Hace tiempo me contaron una historia...
Conocí a un japonés, del Japón profundo, un hombre inquieto, perspicaz y observador, cuando lo conocí no tenía Fe, pero buscaba la manera de convertirse, no sabía como, y como sabía mis deseos de ser sacerdote me pidió que le diese unas catequesis...
¿Cómo le das unas catequesis a alguien así? -pregunté
Pues desglosando el ¿por qué creo? no a través de las vías de Santo Tomás, sino a través de las manifestaciones de Dios a los hombres y los hombres a Dios, pero, no nos vayamos del tema...
Después de dos años de intensas conversaciones y grandes debates seguía en las mismas, estaba más inquieto, pero no sabía como llegar a Él, como aclararse para conocer al Creador...
Su vida transcurría de manera normal, tenía un trabajo en una fábrica de cepillos de dientes, todos los días veía como miles de cepillos de dientes iguales, de iguales hebras y distintos colores se formaban en una cadena de perfecta perfección, nada alteraba esa cadena, siempre se producía el mismo número de cepillos y siempre se paraban a la misma hora...
Esa monotonía, ese ir y volver de cada día, de casa al metro, del metro al trabajo, de ahí otra vez al metro y luego a casa, le hizo fijarse en los detalles, en las pequeñas cosillas de los días que no fueran igual que ayer, cuando llegaba la primavera, le entusiasmaba ver el primer cerezo que se abría... en otoño, como los días cambiaban de color... pero durante los inviernos no tenía mucho en que fijarse así que un día decidió fijarse en las orejas, mientras iba en el metro, cada mañana se fijaba en las orejas de los demás viajeros, y se dio cuenta que todas eran diferentes... no veía más que diferencias de aquel órgano cartilaginoso y externo y eso le llevó a pensar ¿Que tipo se habrá tomado la molestia de hacer tantas diferentes? ¿cómo puede ser esto así? y así llegó a la conclusión, sintiendo la emoción de aquél descubrimiento, como tenía que haber un Dios, un Dios Creador, como el que le había contando...
¿Y qué pasó después?- interrumpí bruscamente.
Pues que después del trabajo me llamó, me dijo que quería hablar conmigo, que tenía que contarme lo que le acababa de pasar, que casi no podía esperar...
Y cuando nos vimos aquella tarde de invierno, me lo contó, me dijo que se había convertido mirando orejas en el metro, yo no supe que decir, pensé que era una broma, pero no era un tipo que bromeara a menudo... y que quería bautizarse, ¡lo quería todo!estaba asombrado de su descubrimiento y así fue la historia del japonés que se convirtió mirando orejas en el metro..., que por cierto, ¿por qué te he contado? siempre nos desviamos del tema, siempre me lías a que te cuente cualquier anécdota y se nos pasa el tiempo...
Extracto de Conversaciones con D.V.